Agradezco
representar a Letras de Chile en el acto de premiación de Alejandra Basualto, amiga,
gran escritora, que se ha mantenido siempre en un camino creador de sus propias
obras, pero también en el de tantos que encuentran en sus talleres apoyo y
estímulo, siempre necesarios, y que implican mucha generosidad de tiempos, de
ideas, de lecturas, relecturas y comentarios, en el largo camino a descubrir
sus propias voces.
Con Alejandra
nos conocemos desde hace muchos años, no solo porque pertenecemos a la misma
generación, sino porque nuestros pasos nos fueron llevando por caminos
similares. Desde distintas historias y lugares, nos encontramos en los años 80
en el Departamento de Literatura del campus La Reina de la U. de Chile. Creo
que gracias a que una querida profesora, Teresa Lira, sopló nuestros nombres, fuimos
parte de los talleres de José Donoso, en aquellos años de dictadura.
Recordando
esa experiencia después de varias décadas, y más allá de lo propiamente creativo
y de lo que pudiera significar estar con un escritor como Donoso, sin duda lo
más profundamente rescatable es que se constituyó como un “espacio de
libertad”, en un contexto de años terribles en que todo lo negaba.
Y, en
una última coincidencia, amamos los gatos y ellos también nos aman.
Narradora
y poeta de alto vuelo, Alejandra ha mantenido desde muy niña y sin titubeos, su
opción por la escritura y la lectura, por esas palabras que construyen y
mantienen nuestras vidas, que sostienen incesantes conversaciones con nosotros
mismos y con otros, con ese mundo que queremos entender, pero también cambiar,
porque la literatura cumple un rol fundamental al contar y mostrar algo que buscamos
confusamente, pero con la seguridad de que en algún recodo nos espera. Y,
gracias a la literatura, podemos ponerle nombre, sacralizar su existencia,
hacerlo nuestro.
Autora
de numerosos libros, su obra ha sido traducida al inglés, danés, francés,
italiano, mapudungun, entre otros idiomas. Su nombre está presente en numerosas
revistas, antologías de cuento y de poesía, tanto chilenas como de EE.UU.,
Canadá, México, España, Dinamarca. En 2009, como parte de mi trabajo en el
Ministerio de Educación, hice una antología de cuento y poesía dedicada solo a escritoras
chilenas, que titulé “Mujeres de palabras”, en la cual está Alejandra con un
bellísimo cuento, El pez dorado.
Alejandra
ha participado como jurado en innumerables concursos de prosa y poesía, tiene a
su haber muchos y merecidos premios por su obra; se ha desempeñado en tareas
académicas en universidades del país y del extranjero. Como parte de Letras de
Chile ha participado en proyectos realizados en escuelas públicas del país, con
talleres orientados a estimular la escritura y la lectura de jóvenes
estudiantes.
Durante
más de tres décadas ha mantenido activos sus talleres generosos, realizados en
su maravillosa casa, con tantos árboles y con tanta historia, por los cuales
han transitado innumerables “aprendices de escritor”. Desde los años 90 su
editorial La Trastienda ha publicado y sigue haciéndolo a muchos de sus pares, y
también a sus talleristas, en bellas y cuidadas ediciones.
Como
narradora, ha incursionado con éxito en el cuento, el microcuento y la novela.
Entre sus libros de cuentos están La
mujer de yeso, Territorio exclusivo y Desacato al bolero.
Su
novela Invisible, viendo caer la nieve,
cubre un largo periodo histórico del país, desde los inolvidables, épicos y
utópicos sesenta, hasta los noventa; desfilan por sus páginas la elección de
Salvador Allende y la Unidad Popular, la dictadura, la democracia, al fin, aunque
“dentro de lo posible” …
Los
personajes discurren en medio de esos avatares, porque la vida continúa siempre,
a pesar de todo. Despliegan sus voces en una especie de sinfonía desacompasada,
que se expresa en monólogos que van y vienen, que se entrecruzan y superponen,
cada uno entregando una visión y una versión, desafiándonos a contrastarlas con
las nuestras.
Al ámbito
de la poesía pertenece su primera publicación, Los ecos del sol; otros títulos son El agua que me cerca, Las
malamadas, Altovalsol, Casa de citas, Antología personal 1970-2010, Cuchillos.
En
sus propias palabras, Alejandra dice que “La poesía llegó conmigo junto a la
magia y al desarraigo” (…) “La magia y el desarraigo forman parte de mi proceso
creativo como el corazón y los pulmones tienen que ver con el cerebro. La
interacción entre los tres aúna lo que soy, lo que fui y lo que seré”.
Quién
podría negar que es un acto de magia construir ese edificio de lo que
reconocemos como poesía, como literatura, solo con palabras, siempre dispersas,
pero que quien escribe las convoca y las ordena de la manera precisa para que
se conviertan en significados que volvemos propios, porque resuenan en ellos
nuestras propias vidas, iluminando esos rincones que aún no habíamos
descubierto.
La
poesía de Alejandra ha ido siempre por un camino de creciente profundidad y
gran condensación poética; de ahí su capacidad de despertar múltiples lecturas
y asociaciones, en tanto toca temas centrales de nuestras vidas.
Quiero
terminar este merecido reconocimiento y celebración de Letras de Chile a
nuestra querida Alejandra, leyendo algunos breves textos de su autoría. El
primero muestra un rasgo presente en muchas de sus obras. En líneas generales,
estamos entrenados para leer como poesía aquello que está escrito en líneas
cortas, y como prosa, aquello que ocupa el ancho de la página, independiente
del “tono” que predomine en el texto.
A
menudo, Alejandra desafía, y con éxito, esta separación en géneros,
entregándonos una literatura fresca y libertaria, que deja en nosotros la
decisión de cómo leerla. Con este texto ella hizo el doble ejercicio:
escribirlo como poema y como microcuento. Va como cuento y ustedes podrán armar
el poema.
Príncipe azul
No
desmontes de tu brioso corcel, ni me tomes en tus brazos, ni roces mis labios
con tu boca delicada, porque si te miro de frente con mis ojos de bruja verde,
y te beso como se debe, y me sueño todo el cuento entre tus sábanas de Holanda,
mucho me temo que desaparezcas.
Y
otro cuento breve, que nos habla de la continuidad y la prolongación de la vida
en otras formas:
Botánica
Se
desangraba en la acera. No habría otra luna para él, ni estrellas, nunca más.
No quería dejarse ir, pero la oscuridad se le agrandaba en los ojos.
Su
mano tocó la fría masa de acantos que bordeaba el antejardín. El cerebro
comenzó a penetrar en el verde hasta el fondo. La savia ululaba entre sus
dedos. Los apretó y restregó contra la piel rugosa de la planta. Entonces
sucedió: sintió el rocío en la cara como una llovizna de oro en un campo de
yuyos. El vientre dejó de doler. Los ojos se acostumbraron a la penumbra, pero
ya no eran sus ojos, sino pequeños tentáculos que se arrastraban por la tierra
tras el reguero de sangre. En la boca, un sabor amargo y leve de hierba. Tentó
sus raíces firmes y agradeció las alas verdes que le nacían de los hombros y se
curvaban con la brisa.
Y,
finalmente, para cerrar, un poema bellísimo que nos habla de la muerte y el
amor, siempre juntos, esa muerte que ya ha tocado a seres tan amados y que
ronda invisible por ahí…
SI MUERTE FUERA
Si la palabra MUERTE abrigara un hombre bajo
el poncho,
manso de actitudes / dulce de palabras /
bello
como los caquis en otoño / que me endulzara
la boca
con su áspero sabor a macho en celo;
si MUERTE fuera un muchacho fuerte y juguetón
como un cachorro sin destetar,
que mordiera mis tobillos y me robara la ropa
interior,
los zapatos y las medias;
si ese MUERTE que tal vez ya me observa
-centinela del siglo que asoma sus encías
inmaduras-
mostrara un rostro de barba negra y
cariciosa,
un resuello de varón maduro
y sienes clareando en la penumbra;
entonces sí me gustaría encontrármelo de
frente
aunque fuera en un callejón oscuro,
o en la mitad de un verano bajo los árboles
de mi casa
en un domingo cualquiera
de esos que nadie halla motivos para
recordar.
Me abrazaría entonces al mentado muerte
convencida
de que es mi último caballero andante,
el olvidado príncipe azul o un valiente
filibustero
que viene a rescatarme / a seducirme
a llevarme consigo
para que por fin juguemos
un último juego
de esperanza.
Gracias por su presencia y un gran aplauso
para nuestra querida Alejandra Basualto.
Josefina
Muñoz Valenzuela
6 de
diciembre de 2018