El inconsciente es un árbol lleno de
pájaros muertos
que se echan a volar cuando uno menos lo
espera
Óscar Hahn
Toma de mi
leche dijo el ángel
y yo, que no sabía dónde
estaba
lo miré
y lo seguí mirando
con la perplejidad de los recién
nacidos.
Era una noche negra y escondida,
nadie nos podía ver,
solo cabía la disculpa de venir
de lejos
sin resuello
remontando río arriba hasta el
amanecer.
El ángel me miró y yo no supe
si sonreír o llorar
y me quedé ahí, desbocada,
como quien no tiene horizontes a
la vista,
ni bordes, ni caminos, ni
siquiera,
el destello de algún amanecer en
perspectiva.
Soy yo, dijo el ángel, ¿no me
reconoces?
y perdida en la locura,
no pude responder, solo miraba
su larga cabellera rubia,
ahí sus ojos,
los ojos de aquel que hace ya
mucho
voltearon mis sentidos, dieron
rumbos a mi sangre,
percibieron que mi toda yo
estaba dispuesta.
Y entonces comprendí
que era un fantasma del pasado
una voz huera que intruseaba
en el temido recordar de los
ancianos
sola sombra de los huesos
porvenir.