Se ubicaron por Internet y después de un tiempo él le pidió que se encontraran para conocerse mejor.
El día indicado ella se instala en el Tavelli a esperar. Su mente parece atascada y no es capaz de pensar claramente. La tensión le quema el esófago. Desfallece. Siente las miradas de la gente pegoteadas a su espalda.
“¿Qué estoy haciendo” se pregunta. “Tal vez es demasiado tarde para mí”.
El reloj dispara las cinco en punto. El ahogo aprieta y sabe que es hora de escapar. Se levanta apurada y entra a una zapatería ubicada a la salida del pasaje. Pide varios modelos. Mientras espera, observa a través de la vitrina y justo cuando el dependiente llega con algunas cajas, divisa una figura alta y fornida que se acerca a paso firme al café. Lleva la parka acolchada azul y los jeans pitillo que él había prometido. Su mochila roja ha sido colocada sobre la mesa a modo de señal.
-Señora, ¿desea probarse alguno de estos? –Se da vuelta y mira al dependiente como sonámbula. Demora en reaccionar.-Sí, por favor, déjelos en el piso, me los probaré con calma.
Desesperada mira de nuevo por la vitrina. Él se mantiene sentado observando tranquilamente a las jóvenes que llegan. Nada parece inquietarlo.
Con dificultad ella se sumerge en las cajas y revuelve el papel de seda. Elige un par de zapatos y se los prueba. Luego levanta el rostro hacia el espejo y sus ojos le devuelven el rostro esperanzado de una anciana, la piel triste, el pelo rojo que no va bien con su edad. Toma conciencia del cuello fláccido y pecoso.
Se pone de pie y se acerca a la cajera. Escribe un cheque con mano temblorosa y recibe su caja encintada. Cruza el umbral sin mirar atrás.
Y que pasa con "el amor no tiene edad"??
ResponderEliminarAl parecer eso también es un mito, por lo menos en este cuento....!
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