A mi suegra
Else Marie Larsen
Pule su ánfora de sombra
con la recta certidumbre del silencio,
y bajo los puentes de sus manos
navegan delicados barcos hacia el fiordo.
Está nevando en el norte
sobre los techos rojos de Vejle,
y el abuelo lejano,
con su oreja traspasada por un eslabón de oro,
me sonríe desde el muro:
sabe que en mi casa me ha dejado
vikingos de contrabando.
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