Mamá levantaba la mesa cuando se oyó el portazo. Las tres nos miramos aterradas. Papá llegaba de malas…
-¿Qué hay para comer? –preguntó él, sacándose el sombrero alón y la chaqueta de huaso. Luego se sentó a la mesa.
-Creí que no llegabas a comer, como es tan tarde…
-Tú no tienes que creer nada, mujer. La helada está cubriendo la siembra y vamos a perderlo todo si no nos apuramos. Sírveme algo que estoy muerto de hambre y cansancio. ¡Corre!
Mi madre nada dijo y se apuró con la cazuela y el vaso de vino.
Él engulló con avidez la sopa y se tragó el vino a sorbos largos. Luego nos descubrió semi escondidas tras el sofá y gritó:
-¡Qué están mirando, cabras de mierda? ¿Nunca vieron a alguien con hambre? ¡A acostarse, si no quieren que les saque la mugre con el rebenque!
Me sonó conocido, como a un recuerdo de niñez de por allá por Puente Alto, cuando caían esas heladas de mierda y los cerros de Pirque se llenaban de nieve.
ResponderEliminareso solía pasar mucho en el campo chileno.
ResponderEliminarMmm yo creo que todavía pasa, solo que las cabras son más avispadas ahora.
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