16.7.14

LEY DE LAS COMPENSACIONES



Taconeando sobre los disparejos adoquines del paseo Ahumada, Francisca se disponía a bajar al metro cuando se le atravesó una mujer de grandes dimensiones que llevaba colgado de su brazo a un hombre pequeñito, de gafas, y calva reluciente.

Francisca se quedó contemplándolos unos segundos, pasmada de corroborar una vez cuán admirablemente funciona en la naturaleza la ley de las compensaciones.