Mamá levantaba la mesa cuando se oyó el portazo. Las tres nos miramos aterradas. Papá llegaba de malas…
-¿Qué hay para comer? –preguntó él, sacándose el sombrero alón y la chaqueta de huaso. Luego se sentó a la mesa.
-Creí que no llegabas a comer, como es tan tarde…
-Tú no tienes que creer nada, mujer. La helada está cubriendo la siembra y vamos a perderlo todo si no nos apuramos. Sírveme algo que estoy muerto de hambre y cansancio. ¡Corre!
Mi madre nada dijo y se apuró con la cazuela y el vaso de vino.
Él engulló con avidez la sopa y se tragó el vino a sorbos largos. Luego nos descubrió semi escondidas tras el sofá y gritó:
-¡Qué están mirando, cabras de mierda? ¿Nunca vieron a alguien con hambre? ¡A acostarse, si no quieren que les saque la mugre con el rebenque!